Un compromiso de liderazgo de los hospitales, centros de salud y sistemas de salud de todo el mundo

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El cambio climático es, como la Comisión Lancet lo describió en 2009, “la mayor amenaza del siglo XXI para la salud pública”.[1] Desde entonces, la crisis climática no ha hecho más que agravarse, como demuestra la ciencia de manera cada vez más irrefutable, lo que pone en primer plano la urgencia de actuar.

Sabemos que el cambio climático ya está agravando una amplia gama de problemas de salud en todo el mundo. A medida que la tierra se calienta, las enfermedades infecciosas, como la malaria, se diseminan a lugares nuevos, amenazando con revertir los avances en salud que ha costado conseguir en muchas partes del planeta. Las olas de calor crecen en cantidad y en intensidad, matando a decenas de miles en forma directa y agravando el asma, las enfermedades cardíacas y las insolaciones. Cada vez más tormentas, sequías e inundaciones severas dañan la salud humana y ponen en riesgo a los sistemas de salud, que con frecuencia trabajan más allá de sus capacidades y con escasa preparación.[2]

Si no se controlan las emisiones de gases de efecto invernadero, en pocas décadas el cambio climático causará efectos generalizados e irreparables, socavando el suministro de alimentos y de agua en muchas partes del mundo, provocando migraciones masivas y causando, en consecuencia, una crisis de salud pública potencialmente inmanejable. [3] Si bien todos notamos el flagelo del cambio climático, los impactos más importantes los sufren las poblaciones más vulnerables -los sectores pobres urbanos y rurales- que son además quienes contribuyen en menor medida al problema.

La quema de combustibles fósiles -en especial la combustión de carbón- es el mayor productor individual de emisiones de gases de efecto invernadero.[4] Los combustibles fósiles son además una fuente de importantes problemas de salud locales. Por ejemplo, los combustibles fósiles contribuyen en forma significativa a la contaminación del aire, que según la Organización Mundial de la Salud, mató a siete millones de personas en 2012, causando el doble de muertes que el SIDA, la malaria y la tuberculosis combinadas.[5]

Para proteger la salud local y mundial del cambio climático y de sus fuentes, el mundo debe avanzar hacia una economía basada en fuentes de energía limpias, renovables y saludables. Sin ninguna duda, una transición hacia una economía con energía limpia beneficiará tanto al clima como a la salud pública.

En nuestro papel de proveedores de servicios de salud -hospitales, sistemas de salud e instituciones de salud gubernamentales- reconocemos que jugamos un rol de liderazgo en esta transición.

Nos comprometemos a aportar nuestra parte para cumplir el desafío que plantea el cambio climático -quizás la prueba más grande a la que se ha enfrentado la civilización humana hasta ahora- mediante las siguientes acciones:

1. Reducir nuestra propia huella climática: Nuestra visión colectiva es reducir las emisiones que producen nuestros sistemas de salud, avanzando hacia un cuidado de la salud con bajas emisiones de carbono y en última instancia, carbono neutral. Muchos de los hospitales en la mayor parte del mundo son consumidores de energía importantes y pueden reducir en forma drástica sus emisiones de gases de efecto invernadero. Otros hospitales y sistemas de salud carecen de recursos energéticos y pueden utilizar fuentes de energía renovables para obtener mejoras en los parámetros de salud.

Nos comprometemos a liderar el camino hacia un sector salud de bajas emisiones de carbono mediante el establecimiento de objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y de empleo de energías renovables. Trabajaremos para implementar medidas de eficiencia energética y cuando sea factible, utilizar energías renovables y limpias para el funcionamiento de nuestros edificios. Mediremos e informaremos nuestros avances, incluso los ahorros financieros relacionados con nuestras acciones. También procuraremos identificar otros impactos climáticos de nuestras instituciones, entre ellos los generados por los sistemas de transporte, las políticas de compras y la generación y eliminación de residuos. Comenzaremos a crear e implementar planes para reducir también esos impactos.

2. Preparación ante los impactos del cambio climático: Con el fin de servir a sus comunidades, los hospitales y los centros de salud deben permanecer operativos durante y después de un evento climático extremo. Debemos estar en condiciones de comprender, anticipar y equiparnos para manejar las necesidades de salud de nuestra comunidad inmediata y prepararnos para los cambios en los patrones de las enfermedades.

Nos comprometemos a prepararnos para los impactos del cambio climáticos aumentando nuestra resiliencia a los incidentes cada vez más frecuentes de los climas extremos. Trabajaremos para implementar una serie de medidas para asegurar que nuestra infraestructura física, nuestro personal y nuestras comunidades estén preparados para el impacto inmediato de los eventos climáticos extremos y las consecuencias a más largo plazo de los patrones cambiantes de las enfermedades, así como otros impactos climáticos, combinando estos esfuerzos con soluciones de bajo carbono siempre que sea posible.

3. Liderar el proceso hacia un futuro bajo en emisiones de carbono: Como proveedores de servicios de salud respetados por nuestras comunidades locales, gobiernos y empresas, nos comprometemos a cumplir un papel de liderazgo en nuestras sociedades para el logro de un clima saludable. Para ello,  nos comprometemos a educar a los profesionales de los servicios de salud y los hospitales, así como a las comunidades en las que trabajamos, sobre los desafíos y las soluciones relacionadas con el cambio climático y la salud. También nos comprometemos a promover políticas públicas y estrategias de desarrollo económico e inversión que aparten a nuestras sociedades de la dependencia de los combustibles fósiles y promuevan en su lugar un futuro energético saludable, protegiendo así la salud local y mundial contra el cambio climático.

Al avanzar hacia sistemas de salud de bajas emisiones de carbono, el sector de la salud puede mitigar su propio impacto climático, ahorrar dinero y liderar con su ejemplo. Al aumentar su resiliencia, el sector puede colaborar en la preparación de la defensa contra los impactos crecientes del cambio climático. Y al asumir un liderazgo social podemos ayudar a crear una visión de futuro con hospitales saludables y personas sanas que viven en un planeta sano.

En esta coyuntura crucial, el momento de actuar para proteger la salud pública del cambio climático es ahora.